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La escritura de Clarice Lispector instaura una ética que rompe con esquemas tradiciones, de modo tal que se despliega a partir de un espacio en gran medida afín a ese más allá del bien y del mal de Nietzsche. Este artículo, entonces explora el regreso que realiza la escritura hacia la alegría y la fuerza de lo vivo, hacia el amor de y hacia los procesos neutros y violentos de la vida. Esto conlleva la exploración de una escritura que tiene sentidos corpóreos, que hace circular por las palabras aquello que no tiene lenguaje. Se trata, en última instancia, de una escritura que es amorosamente, puesto que la autora expone su palabra y la individualidad de sus personajes a la herida vital.